–Buenas noches– me dijo el
hombre de la toga de un blanco nejo.
–Buenas noches– contesté
extrañado. Un leve temor me invadió. ¿Qué estaba haciendo un hombre vestido de
esta manera en la puerta de mi casa?– ¿Qué se le ofrece?.
–Lo mismo te pregunto a ti; tú
me invocaste – contestó seguro, con una mueca semejante a una sonrisa.
–¿De qué habla? ¿Quién es usted?
– pregunté en tono de fastidio, tratando de ocultar mi nerviosismo.
–Has hablado tanto de mí, que
pensé que me reconocerías al instante.
“Sin duda esta persona está
loca”, pensé. Trate de regresar al interior de mi casa.
–Si entras a la casa, perderás
la oportunidad de obtener las respuestas que siempre has deseado conocer.
Me quedé quieto en el umbral de
la puerta, sopesé los pros y los contras de dejar entrar a mi casa a un
completo desconocido a mi casa. La parte razonable de mi cerebro me gritaba que
entrara a la casa, me encerrara y hablara a la policía. Otra parte de mi
cerebro, la más curiosa e imprudente, me susurraba que escuchara a aquel
hombre. La locura ganó. “La curiosidad mató al gato; y la satisfacción lo
resucitó”, pensé. Hice un gesto con mi mano invitándolo a pasar.
–Sabía que me permitirías pasar,
siempre has sido muy curioso. “La curiosidad mató al gato; y la satisfacción lo
resucitó”, si mal no recuerdo, escribió King en Pet Sematary. Si tampoco mal recuerdo, King es de tus escritores
favoritos.
Sus palabras me dejaron
sorprendido. ¿Cómo supo lo que estaba pensando? ¿Cómo supo que Stephen King es
de mis escritores favoritos? ¿Quién era esa persona? ¿Era una persona? Cada vez
estaba más intrigado.
Se sentó en el sofá que estaba
junto a la ventana, y con un gesto de la mano me indicó que hiciera lo mismo.
Me senté en el sofá que estaba justo enfrente de él, separado por metro y
medio. Su toga estaba sucia y roída en varias partes. La suciedad de la toga se
incrementaba conforme se acercaba a los pies, por lo dañando de la parte
inferior deduje que arrastraba la toga por el suelo. Sus pies iban calzados con
unas sandalias también bastante sucias y viejas.
–Qué no te engañe mi vestimenta,
no soy un simple pordiosero, indigente, loco o lo que sea que estés pensando–
dijo con la misma mueca. Y por alguna extraña razón, esa sonrisa me transmitía
tranquilidad, era similar a la sonrisa de mi abuelo cuando me enseñó a jugar dómino,
la sonrisa que ponía cuando le preguntaba por qué las piezas del ajedrez se
movían de una forma y no de otra. En fin, era la sonrisa de mi abuelo
explicándome con el gusto de enseñarme y con la gracia que le producía mi
ignorancia, mi inocencia. Me sonroje y me sentí mal por mis incipientes
prejuicios hacia él–. Pero tampoco te martirices– terminó.
–Discúlpeme, pero… –me detuvo
con un ademán.
–¿Ya sabes quién soy?– la misma
sonrisa en su rostro.
–Supongo que Dios o el Diablo–
contesté.
–Ni lo uno ni lo otro; soy más
antiguo que Dios (o al menos al Dios que te refieres) y no soy malo como el
Diablo. Mi nombre es Lux Ferre.
–¡¿El Dios romano del
conocimiento?¡– pregunté con asombro. Él asintió con un movimiento de cabeza–.
Pero, los dioses griegos y romanos no son más que mitos, invenciones del hombre
para poder explicar lo que no podía explicar.
–No somos un mito, la prueba es
que estoy frente a ti.
–Y si no son un mito ¿Por qué
hasta ahora uno de ustedes hace su aparición?
–La respuesta es bastante tonta
en realidad. Estuvimos estos miles de años en una de las fiestas hechas en
honor a Júpiter. Baco fue el encargado de llevar a cabo la fiesta. Nos proveyó
de innumerables barricas de vino, y la comida tampoco faltó. Las festividades
se extendieron por milenios, el mundo de los humanos dejo de importarnos.
Yo atónito, y un tanto
incrédulo, ante lo que oía sólo se me ocurrió preguntar:
–¿Qué fue lo que los sacó de su
bacanal?
–La festividad terminó por una desavenencia
entre Júpiter y Juno. Júpiter, como sabes, ha tenido a lo largo de su
existencia incontables amantes, dando como resultado incontables hijos; uno de
ellos: Heracles, odiado por Juno, estaba jactándose de su fuerza, lo que irritó
a Juno. Juventas, hija de Juno, cayó seducida por Heracles, lo cual no fue bien
visto por Juno. Esto fue lo que puso fin a la fiesta. Juno ordenó a sus
seguidores matar a Heracles, pero Júpiter evitó esto. Los gritos de rabia de
Juno eran insoportables y el resto de los dioses, semidioses y héroes decidimos
dejar el Monte Olimpo y volver a nuestros templos donde nuestros súbditos
estarían esperando. Nos llevamos una
desagradable sorpresa: habíamos sido olvidados. Había pasado tanto tiempo, que
nuestros templos habían desaparecido. Habíamos sido remplazados por nuevos
dioses. Muchos de ellos inexistentes.
<<Quise saber la suerte
que corrí en la memoria de los hombres. Lo descubrí me indignó. Se me había
tergiversado en un ser maligno. En el causante de los males del hombre. Incluso
mi nombre corrió la misma suerte, ahora soy Lucifer. Y todo por un error de
traducción>>.
<<Indignado recorrí el
mundo en busca de súbditos, y cuál sería mi sorpresa al descubrir que el mundo
está lleno de hombres, y también mujeres, que sin saberlo me siguen, me honran.
Hombres y mujeres en busca de conocimiento, hombres y mujeres ávidos de
resolver y comprender los misterios del mundo. Mi corazón se hinchó de alegría.
Sólo la indignidad de ser confundido con un ser tramposo y malicioso me
agobiaba>>.
<<Regresé al Monte Olimpo
a buscar ayuda y consejo de Júpiter. El resto de los dioses estaban ya ahí. Todos
estaban indignados por el olvido de los hombres. Después de mucho discutir,
Júpiter decidió que tomáramos de nuevo las riendas del mundo en nuestras manos,
derrocaríamos a todo dios que haya usurpado nuestro lugar. Fulminaríamos a todo
aquél que no nos obedeciera y nos exaltara. Debíamos buscar nuevos súbditos,
nuevos oráculos, para estos nuevos tiempos>>.
<<He estado recorriendo el
mundo en busca de súbditos; convertido en vapor de agua he recorrido los
lugares donde se enseña ciencia, en todos los lugares donde se comparten
conocimientos. Uno de esos días pase cerca de un grupo donde se debatían ideas,
me interese en varios, entre ellos tú. Vengo a ofrecerte ser mi súbdito y ser
parte del nuevo mundo que crearemos. Sólo tienes una oportunidad para decidir
–se puso de pie y me extendió la mano para que la tomará–>>.
Tomé su mano, me acuclillé:
–Llena mi mente de conocimiento
e iluminación –acepté.