Estaba tan engripado que, después de veinte estornudos, comenzó a expulsar sangre de la nariz. Después de cincuenta estornudos, expulsó el primer trozo de cerebro. No sabía que hacer. No sabía si tratar de ponerlo de nuevo en su lugar o si salir corriendo con un médico. Su madre entró a donde él, le dio vergüenza que lo descubrieran con esa masa sanguinolenta en sus manos. Embarró el trozo de cerebro bajo la mesa.
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