miércoles, 30 de noviembre de 2011

Gripe

Estaba tan engripado que, después de veinte estornudos, comenzó a expulsar sangre de la nariz. Después de cincuenta estornudos, expulsó el primer trozo de cerebro. No sabía que hacer. No sabía si tratar de ponerlo de nuevo en su lugar o si salir corriendo con un médico. Su madre entró a donde él, le dio vergüenza que lo descubrieran con esa masa sanguinolenta en sus manos. Embarró el trozo de cerebro bajo la mesa.

lunes, 28 de noviembre de 2011

El Salto Más Ambicioso

Estaba a punto de dar su salto más ambicioso, el salto con el que había soñado toda su vida.Tomó impulso; sus pies se despegaron de la Tierra. Se elevó hasta pasar las nubes. Se elevó hasta salir de la atmósfera. Venció la gravedad. Ya estaba muerto cuando el calor del Sol calcinó su cuerpo.

Aprovisionado

"Salió de la carnicería con presura, ocultándose en las sombras. Tenía la comisura de los labios llena de sangre aún. Llevaba una bolsa con carne cruda: 'Para más tarde' se dijo.
Dentro de la carnicería, una mosca se posó en los restos del carnicero"

jueves, 24 de noviembre de 2011

Dentro de la niebla


Mi nombre es Makrusk, líder de mi clan. Nuestro mundo ha cambiado. No sabemos cómo pasó. No sabemos por qué pasó. Solo sabemos que pasó. Lo supimos desde que ese extraño olor nos invadió. Desde que esa tibieza perturbó nuestra fría ciénaga. La tierra tembló bajo nuestras seis grandes patas. Primero un sonido resopló en el aire. Un sonido como el que producen las burbujas de brea al reventar. El ruido parecía provenir de ningún lado pero al mismo tiempo venía de todos lados. La quietud invadió la ciénaga. Todos, desde nosotros los grandes Nangras hasta los pequeños y estúpidos Hurogak, supimos que algo había cambiado.
Estaba con 3 jóvenes Nangras enseñándoles a identificar las raíces medicinales. Tras el ruido, la niebla que cubría nuestra ciénaga se disipó. No, no se disipó. Simplemente desapareció. Parecía como si el viento se la llevará, pero no fue así, toda se juntó en el centro de la ciénaga y se fue. Después llegó esa odiosa tibieza. La odiamos. La odiamos casi tanto como a ese olor extraño. Es un olor que nunca habíamos olfateado. Es un olor desagradable. No como el de un cuerpo descompuesto. Tampoco como el de los excrementos. Es otra clase de olor.
Los jóvenes se asustaron. Yo también estaba asustado. No podía estar asustado. Soy el líder, o al menos lo era, no debo mostrar temor. Los tranquilizó. La tierra tiembla. La quietud se acaba. Los Gruats huyen volando de sus guaridas, graznando insultos. Huyen llenas de terror. Otros seres huyen de la ciénaga. Los siento correr cerca de mis patas. Instintivamente lanzó mis tentáculos hacia ellos y los atrapo. Siento correr su sangre. Me los llevó a la boca, pero no tengo hambre. Arrojo los cuerpos. Hago lo mismo con otros seres que pasan cerca de mí. Los jóvenes me observan extrañados. Me doy cuenta de lo que estoy haciendo. Me detengo. Con una seña les hago saber que es momento de irnos.
Bajo las estrellas reúno a mi clan. Quieren respuestas. No las tengo. Les pido esperar. El clan se divide en dos. Los que quieren irse, liderados por mi rival: Granlas, mi hermano. Yo lidero a los que quieren quedarse. Aquí están nuestros alimentos. Aquí tenemos de beber. Aquí murieron nuestros antepasados. Granlas me da tres noches. Si el clan está en riesgo se irán.
Ordeno cazar. Los otros seres están muy asustados. Huyen sin estar alertas. Su caza es fácil. Nuestra mejor caza en mucho tiempo. La niebla no ha regresado. No tenemos su protección; aunque no la necesitamos, somos los seres más grandes. Aún así nos sentimos desvalidos.
El extraño olor es más fuerte. Se intensifica en el abrevadero, cerca de donde desapareció la niebla. También se escuchan ruidos que nunca habíamos oído. Aullidos, si se le pueden llamar así. Otras veces son otra especie de ruidos, provienen de otros seres, más pequeños al parecer, se hablan entre ellos, creo.
Pocos seres quedan en la ciénaga. Afortunadamente cazamos lo suficiente para pasar sin problemas las tres noches.
La segunda noche Jiglash, una de mis hembras, regresó asustada del abrevadero. Había algo que antes no estaba. Fui a vigilar, me hice acompañar por dos de mis guerreros. Efectivamente, había algo nuevo. Algo que no sé explicar. Era la niebla. Era como si se hubiera metido a una cueva, pero ahí no había cueva. Estaba sobre el aire. Lográbamos ver a los seres que antes vivían en la ciénaga. Los veíamos persiguiendo a otros seres muy diferentes a los que habíamos visto. Había otros seres que parecían sin vida pero aún estaban de pie. Tenían unas patas extrañas. De pronto uno de los otros seres se metió dentro de los seres muertos. Aunque después supe que no estaba muerto; comenzó a rugir y se fue corriendo, con el otro ser dentro. Quizás se lo iba comiendo por dentro. Sé de seres que hacen lo mismo aquí en la ciénaga. Hay veces que cazamos a un ser que tiene otro ser dentro. Los Nangras no tenemos ese problema. No pueden atravesar nuestra coraza.
Estábamos impactados con lo que veíamos. Uno de los seres corrió dentro de la niebla hacia nosotros, huía de uno de esos Flogs. Era en vano su huida, cuando un Flog ha puesto los ojos sobre ti, eres un ser muerto, claro que los Nangras no tenemos ese problema. El nuevo ser venía hacia nosotros. Corría en dos patas. Su piel era extraña, de color verde. No entendí porque no desplegaba sus alas, claramente se veía el bulto en su lomo donde las tenía replegadas. Una de sus garras terminaba en algo extraño, nada parecido a lo que he visto en mi larga vida. Aúllaba de miedo. Podíamos oler su miedo. El Flog ya estaba muy cerca de atraparlo. Recuerdo ver girar al extraño ser, recuerdo ver que lanzó algo de su extraña garra produciendo un ruido. El Flog cayó destrozado. El extraño ser volvió a girar y siguió corriendo. Venía hacía nosotros. Lo atrapé con uno de mis tentáculos y lo comí.
Su piel me supo extraña, pero era muy débil. Mis dientes no encontraron resistencia al ser enterrados; su sangre llenó mi boca. El sabor era extraordinario, un sabor que nunca había probado. Supe que no había ningún peligro en comer esa carne. Mis compañeros me observaban asombrados por mi atrevimiento. Por la noche todo el clan lo supo.
Granlas aprovechó lo sucedido para exaltar el ánimo de sus seguidores. Muchos de mis seguidores se le unieron. Solo esperarían esa noche. Al día siguiente, al caer el sol, se marcharían; no esperarían a nadie. Trato de hacerlos recapacitar, no convenzo a nadie. Perdí toda autoridad ante ellos desde que hice pacto con el clan de Jurgus el desertor.
Poco antes del amanecer el caos llegó a nuestra tierra. Los graznidos de los Gruats comenzaron a oírse desde el abrevadero. Eran los graznidos que emitían cuando le daban caza a un ser, pero en su tono logré identificar sorpresa. Los aullidos de terror y dolor de otros seres se unieron al ruido de los Gruats. Después se escucharon una especie de pequeños truenos. Ahora los que graznaban de dolor y miedo eran los Gruats. A lo lejos vimos la parvada de Gruats que se alejaba del lugar.
Sentí curiosidad. Necesitaba saber que estaba pasando. Solo tres Nangras se atreven a acompañarme, entre ellos mi hermano. Con cautela nos dirigimos al abrevadero. Vimos los cadáveres de muchos Gruats esparcidos por el suelo. Buscamos a los seres que les dieron muerte. Lo que vimos nos sorprendió. Una parte de la ciénaga había desaparecido. Las hierbas de las que en ocasiones nos alimentábamos, algunas charcas, las madrigueras de los seres que se convertían en nuestro principal alimento, todo había desaparecido. El fango había sido reemplazado por un suelo duro y gris, a los lados había árboles de hojas verdes, algunos producían un olor muy extraño. Ahí estaban también los seres que habían matado a los Gruats, también había otros seres más grandes con las patas extrañas y sin moverse, tenían un olor similar al que tiene la montaña hirviente, no olían a algo vivo. Los más pequeños eran iguales al que me había comido. Podía olerlos. Recordé el sabor en mi boca. Quise acercarme; pise a un Gruat moribundo que lanzó un graznido. Los seres miraron hacía nosotros. Su primera reacción fue de sorpresa igual que la de nosotros al verlo. Alzaron sus extrañas garras y comenzaron a emitir ese ruido atronador. Sentimos que algo se impactaba contra nuestra dura piel. No podrían hacernos daño. El Nangra que estaba a mi lado, ya no recuerdo quien era, aulló de dolor, había perdido un ojo, y tenía una herida en el cuello que no está protegida por nuestra coraza. Furioso arremetió contra esos seres, los cercenaba sin problemas con sus tentáculos, los destrozaba con sus dientes, los aplastaba con sus grandes patas. Mi hermano y nuestro otro acompañante también se le unieron. Comenzaron una matanza impresionante. Los seres trataban de protegerse con sus garras. Era inútil ante la fuerza de un Nangra enfurecido.
Uno de los seres de patas extrañas comenzó a moverse; uno de los seres pequeños iba en su lomo. Con sus dos garras sostenía lo que aparentemente era la cola del otro ser. Un trueno espantoso se dejo oír. Nangras comenzaron a gritar, había fuego cubriéndolos, el polvo se había levantado. Pude oler la muerte. Cuando el polvo se fue, pude ver a los tres tirados en el suelo. Granlas se levantó con esfuerzo. Tenía una de las patas traseras partida por la mitad. Enfurecido arremetí contra este ser, lo aplaste sin problema con una pata, lancé mis tentáculos por ellos, y los maté sin piedad. Los devoré a todos.
Mi hermano cojeando se alejaba del lugar. Lo llamé; me ignoró. Yo ya no podía regresar. Por mi culpa habían muerto dos miembros del clan. El destierro era mi destino. La nueva tierra que estaba frente a mí me llamaba. Quería más de esa carne blanda. Además ahí, a lo lejos, estaba la niebla, nuestra niebla. Caminé hasta ella. Giré mi mirada hacía mi hermano, ya iba muy lejos. Lancé un rugido y me adentré en la niebla.