martes, 18 de octubre de 2011

Terapia

Personajes:
Doctor Álvarez
Esteban

Elementos escenográficos: Un consultorio de un psicólogo bien iluminado que está configurado de la siguiente forma: al fondo un muro con una ventana rodeada de cuadros de diplomas y un título, un escritorio de caoba está perfectamente centrado, del lado derecho se observa un archivero y un librero con libros de psicología, medicina y literatura universal. Del lado izquierdo hay un diván de color negro con una almohada cilíndrica del mismo color, y junto a él una silla reclinable también negra.

DOCTOR: (Apenas pasa los cuarenta años. Viste un saco de pana color beige, camisa blanca, pantalón negro, zapatos negros. Está sentado en la silla reclinable con un cuaderno y una pluma en las manos, y con las piernas cruzadas.) ¿Cómo estás, Esteban? ¿Puedes continuar? (Se prepara para escribir).
ESTEBAN: (Esteban es joven, menor de 20 años. Lleva el pelo corto. Usa una camisa negra, pantalón de mezclilla y tenis. Está sentado en el diván, con los codos sobre los muslos y cubriéndose el rostro con las manos.) Si. Ya estoy mejor. (Levanta la cara y se enjuga las lágrimas con el dorso de la mano.) Puedo continuar. (Pausa, antes de continuar suspira). Los recuerdos son muy vagos, supongo que estaba demasiado ebrio. Solo recuerdo el estruendo de los disparos, los gritos de las chicas que estaban en el bar, recuerdo que muchos cayeron al piso, no sabría decir quienes lo hicieron para cubrirse y quienes lo hicieron porqué estaban heridos o muertos. (Pausa.) Yo también me tiré. (Piensa.) Eso creo. Pero antes no pude evitar mirar con morbo los cuerpos. La mayor parte eran chavas menores que yo, chavas que no tendrían que haber estado ahí ese día. Alguien comenzó a reírse a carcajadas y opaco los sollozos de dolor y miedo. Me tapé los oídos y me apreté la cabeza. (Se lleva las manos a las orejas y se aprieta la cabeza. Después de un rato bajo las manos.) No quería escuchar esa risa, me atemorizaba más que la idea de morir. (Se detiene y fija la vista en los libros de literatura.) ¡Sabe! A mí también me gusta leer, aun que no leo mucho, no tenemos el suficiente dinero para comprar un libro, primero la comida, ya sabe. Hay historias muy tétricas en los libros, pero son nada comparadas con las historias de la vida real. Este mundo está muy jodido.
DOCTOR: Y ¿en qué momento decidiste que era momento de levantarte e irte?
ESTEBAN: Alguien me tomó del brazo y me sacó de ahí, corrimos hacia una camioneta negra. Ya había gente en la caja. Antes de subirme me detuve y vomite. Dos de los que estaban ya en la camioneta se burlaron de mí. ¿Cómo podían reírse en un momento así? Recordé las carcajadas y me estremecí (Se estremece y se acomoda en el diván.) Subí. Arrancamos. Giré mi vista hacia el bar. No podía creer lo que veía. No recuerdo más.
DOCTOR: Y tus amigos ¿qué recuerdan? ¿Fueron ellos los qué te llevaron?
ESTEBAN: Ese es el problema, ninguno de mis amigos dice haber ido ese día a ese lugar, o fingen. Yo también les he estado mintiendo a mis padres, no les he dicho que estuve ahí. Ya sabe, se pondrían histéricos. Y lo peor es que yo tampoco recuerdo haber andado con alguno de ellos. Últimamente se han alejado de mí. DOCTOR: (El Doctor hace unas anotaciones es su cuaderno). Ahora cuéntame de tus sueños.
ESTEBAN: Yo no había sido consciente de mis pesadillas, terrores nocturnos les llaman ustedes, hasta que mi mamá preocupada me preguntó qué es lo que soñaba, pues ya llevaba 3 días seguidos en los que dormido gritaba o me reía a carcajadas. Extrañado le conteste que no sabía. Pero si sabía. Sin duda era por lo que había paso en el bar. Es algo tan terrorífico que mi mente me protegía para no llegar a la locura; bueno yo creo eso. Pasaron dos semanas más, era prácticamente de a diario que me gritara por las noches, algunas veces despertaba bañado en un sudor frío. Cuando lograba despertar trozos de imágenes se quedaban fijos en mi memoria. Personas tiradas al suelo, unas manchadas de sangre; la carcajada, y lo más extraño, la sensación de tener algo metálico y frío en las manos. (Se levanta del diván, trata de dar un paso, se arrepiente y vuelve a sentarse.)
DOCTOR: (Toma la palabra al ver que Esteban no continúa) ¿Has logrado averiguar qué es lo que sostienes en tus manos? (Esteban asiente con la cabeza, su mirada refleja agotamiento. El doctor hace un gesto con la mano invitándolo a continuar).
ESTEBAN: (Con la mirada hacia el piso) Si, si sé que es lo que sostengo en mis manos. (Calla un momento y agacha aun más la mirada). Me di cuenta por primera vez, de lo que traía en la mano, un día cuando la carcajada en el sueño era demasiado fuerte. Quise taparme como otras veces, pero tenía las manos ocupadas, sostenía un rifle de asalto, di un grito, instintivamente lo arrojé y llevé mis manos a los oídos. También me di cuenta que al dar el grito la carcajada había cesado, era yo quien siempre había estado riéndose.
DOCTOR: Tras haber vivido una situación así es normal que el cerebro te juegue malas pasadas en los sueños, a veces eres la víctima, otras el victimario y en otras un simple espectador. Pero con un poco más de terapia podrás superar esto (Mientras el doctor dice esto Esteban levanta la vista hacía él).
ESTEBAN: Pero eso no es todo, Doc. (Vuelve a bajar la mirada). Hubo algunos sueños que continuaron después de que me subo a la camioneta negra. Después de pasar por infinidad de calles a alta velocidad, llegamos a una casa de donde sale una persona encapuchada. La cual fue entregando unos sobres amarillos. Y nos dijo que nos largáramos. Volví a la camioneta. Abrí el sobre. Para sorpresa mía, había un fajo de billetes: recuerdo haber contado cerca de veinte mil pesos. (Calla un momento esperando a qué el Doctor diga algo, pero éste vuelve a indicarle que continúe con un ademán). Al despertar busqué por toda mi habitación, rogándole a Dios no encontrar nada. Mis ruegos no fueron escuchados. En un pequeño baúl que tengo debajo de un fondo falso encontré el maldito sobre. No pude soportar más y lloré. El miedo me invadió y me quedé paralizado. No sé a qué hora de la madrugada fue eso, pero el llamado de mi mamá para que me fuera al trabajo me sacó de mi parálisis. Metí de nuevo el sobre al baúl y salí de mi habitación. No fui a trabajar, espere que la casa estuviera vacía para regresar, mi mamá entra a trabajar una hora más tarde que yo. Entre a la casa, tomé el sobre, hice trizas los billetes y los queme en el patio. Me sentí mejor. Los sueños han continuado. Ahora no sé si lo de los billetes en verdad pasó o si también fue un sueño. No sé si esa noche estuve en el Ferry o sólo es mi imaginación. No sé si soy el victimario o si soy un sobreviviente. (Se levanta. Camina de un lugar a otro. Se arroja a las rodillas del Doctor). Ayúdeme, Doctor. Estoy desesperado (Comienza a llorar).
DOCTOR: (Lo siguiente lo dice sin mostrar ninguna emoción) Como te dije, en los sueños puedes ser la víctima, el victimario o un mero espectador.